¡Montessori más que un método, es una filosofía de vida!, esta frase demora 4 segundos en decirse (has la prueba), sin embargo nos lleva una vida entera incorporarla como algo natural en nuestro día a día, porque simplemente implica coherencia entre el decir y el hacer. Conlleva un respeto profundo por el ser humano, sea cual sea su origen, su lengua, su condición social, su color de piel, nivel intelectual. Nace en la diversidad, en la diferencia, en la búsqueda diaria de la paz, en el bien común, en la solidaridad, en el perdón y en el re-encuentro. Aspectos todos poco comunes en la sociedad actual, más proclive a la competición que a la cooperación, al desprecio que al valor, a poseer que a dar, a desviar la mirada en vez de observar con mayor consciencia lo que está sucediendo a su alrededor y, como consecuencia de ello vivir realidades de aparente calma, sin cuestionamientos para mantenerse en aquél estado de confort.
Por otra parte, cuando las esperanzas de logro o éxito “académico” están puestas sólo en los aspectos metodológicos de Montessori, su riqueza se acaba diluyendo. La labor educativa que realizamos con niñas, niños y jóvenes busca una transformación real del ser humano que no se logrará depositando la energía en algo externo como en este caso “el método”, sino que requiere poner la mirada es aspectos mucho más transversales. Todos los planteamientos de María Montessori nos invitan constantemente a buscar caminos en nuestro interior, a despertar nuestro cuerpo, a unirlo con nuestra mente, con nuestras emociones y conectarnos con nuestra propia infancia y juventud. Su propuesta nos desafía constantemente a los adultos a vivir en el presente, a ser felices y a volver a descubrir nuestro propio instinto, aquél instinto que se complementa con la observación científica y nos permite tomar decisiones en nuestras vidas, de una manera agradecida e interconectada con nuestro planeta y el universo. Maria dice que hay un trabajo importante que realizar, previo al trabajo con los materiales de desarrollo (que por cierto facilitan muchísimo la labor docente porque abarcan muchos aspectos curriculares, en diferentes niveles de profundidad y complejidad): el trabajo más difícil de lograr un cambio en la educación, es el cambio de perspectiva que debemos conquistar los adultos. No podemos enseñar ni transmitir, ni compartir aquello que no hemos vivenciado.